Otro fin de semana en la ciudad y nada ha cambiado; siguen los que pelean pero ahora cambiaron de rival, dado que a quien peleaban no ganó en las PASO y entienden que deben ir por el que sacó más votos.

También están aquellos que fueron solos y al ver los vaivenes de la interna ahora dicen apoyar la lista ganadora, pero siempre con su nombre en primer lugar, vaya paradoja.

Por otro lado, están los que sostienen ser quienes dijeron ser y tan mal no les fue, unos ganaron, otros resultaron segundos y el grupo que resta es que día a día trabaja en las calles por la ciudad.

Se sabe que siempre una elección despierta esta clase de muestras, pero ya es un exceso el acusar por acusar solo porque quien está por encima en el interés de la gente es más querido o arrastra votos de candidatos más coherentes que los que uno tiene.

Hoy por hoy podemos decir que cada vez se amplía más la brecha entre los que prefieren callar y los que viven de spots de campaña pegando a quien se cruce por la calle.

Se ve en la los canales, en las radios, se lee en los portales e incluso en los debates donde solo hay detrás de ello un sesgo de impotencia por siempre querer y nunca llegar.

La gente eligió y es algo evidente. A muchos no les gusta y a otras si pero lo concreto es que cada día se hace más notorio que no hay vieja o nueva política, no hay que jubilar ni sentenciar a nadie porque ninguno está libre de pecados, lo que si hay que hacer es ubicarse en los tiempos en los que vivimos y a lo que la gente demanda.

Ya no sirve el “no me saludo o no me invito” sirve el “sumemos para construir”, “ayudemos a quien más lo necesita”, sea idea de quien sea, ya no importa.

Podemos hablar toda la tarde de este tipo de acciones que lejos están de sumar sino que alejan a propios y ajenos de los espacios que han adoptado eso como cuna electoral. Se ve a nivel Nacional, en provincia y en la ciudad. Los que se callaron e hicieron van bien y los que pelearon hasta cansarse, incluso con ellos mismos, están pensando con quien irán en la próxima.