El País

Después del aluvión

CAPITAL FEDERAL, Octubre 30.-(Por Mario Wainfeld) El pronunciamiento popular. Sordos que no quieren oír. Alboroto y poca data en Palacio. Recuerdo de la otra transición de Cristina. Los nuevos ministerios, creados y virtuales. Las leyes que están en preembarque, las que vienen, las que esperan. Idas y vueltas con Hugo Moyano.

La Polis se expidió de modo contundente: muchos más votos que en 2007 para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Seguramente ganando terreno entre los jóvenes, sin duda recuperando en las clases medias y en importantes centros urbanos. Si se compara el desempeño con el 2009, el gap es sideral y se sustenta en los sectores más necesitados de la clase trabajadora: la Asignación Universal por Hijo mejoró sus vidas. Los beneficiarios registran y, racionalmente, eligen en consecuencia.

Los grandes medios y la dirigencia opositora alertaron a los ciudadanos de Atenas y el Peloponeso: el Congreso debía ser preservado del aluvión electoral. La decisión popular ignoró el consejo, lanzado por emisores devaluados: victoria en 23 de las 24 provincias, en “el campo” y en casi todas las grandes ciudades. Quien quiera oír, oirá. Claro que hay sordos obstinados, en minoría decreciente.

En el Agora hay de todo. Los que tratan de explicar el fenómeno dando cuenta de la gestión del gobierno, comparándolo con los anteriores o con sus alternativas realmente existentes. Tras esa lectura, es válido y lógico que cualquiera pueda acomodarse en el oficialismo o en la oposición. Sin ella, cualquiera navegará sin brújula.

En otro rincón quedan quienes se encierran en la bronca y se entretienen con divagaciones sobre el luto, la sutileza de la campaña, la naturaleza del peronismo. Hay quien piensa que basta con aseverar que el peronismo es indescifrable para quedar eximido de adentrarse en la lógica del veredicto popular. Para esa vertiente de pensamiento, cada día menos dominante, los datos son un incordio que se relega sin rubores. Los números son mersas o grasas o kitsch... para qué tomarlos en cuenta. Los críticos encerrados se permiten hacer una excepción: son las cifras que revelan dificultades o zonas de nubarrones, la fuga de divisas lleva el galardón en esta categoría que hace excepción a la regla.

En la semana misma de la celebración y el duelo, irrumpe la sentencia en el megajuicio

ESMA con condenas ejemplares a 16 represores que lleva a 262 el número de genocidas sentenciados. La cuestión es cualitativa, no “apenas” cuantitativa (ver asimismo nota aparte).

Los indicadores cualitativos sobre el humor ciudadano fueron menoscabados uno a uno durante años: los festejos masivos del Bicentenario, la reacción colectiva ante el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, los discursos, la empatía y el dolor de presidentes de países vecinos en sus funerales, el cambio de humor colectivo, la crispación menguante.

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El Palacio: En Palacio se suceden los rumores, los paliques en voz baja, las especulaciones. La resultante es clavada, para el estilo decisionista de la Presidenta: nadie sabe qué cambios habrá en el Gabinete o quiénes serán autoridades y presidentes de bloque en el Congreso. Las disquisiciones abundan, muchas son razonables, lo que no equivale a certeras. Los diálogos con protagonistas relevantes desembocan en precedentes cercanos: Amado Boudou se anotició de su candidatura sobre la hora, otro tanto les sucedió a Daniel Filmus y Carlos Tomada respecto de la fórmula capitalina que integraban. La reserva, el unicato, la sorpresa son recursos consabidos de la Presidenta. Nadie se priva de especular, de hacer cuentas. Saber, lo que se dice saber... nadie sabe.

 

La comparación con lo sucedido cuatro años atrás carga con cien relatividades pero, de cualquier manera, es el ejemplo disponible más aproximado. Cristina Kirchner designó a los ministros del primer gabinete el 14 de noviembre de 2007. Pasaron varios días más hasta que se conoció el destino de varios secretarios de Estado pimpantes: los más resonantes eran Guillermo Moreno y Ricardo Jaime, que fueron ratificados. Se creó, entonces, un nuevo Ministerio: el de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva. En los años siguientes, la mandataria creó otras carteras: Industria, Agricultura y Ganadería, Seguridad. En los cuatro casos el mensaje político fue nítido, cada ministerio implicaba una prioridad reforzada. Un ministerio conlleva más recursos económicos (o “caja”, con perdón de la palabra) tanto como potencial simbólico y una señal a la sociedad: hay ahí nuevas tareas por cumplir, jerarquías acrecentadas. En los pasillos de Palacio se cruzan apuestas sobre si habrá nuevas carteras, aquí y ahora. Juventud por un lado, Comunicación y Cultura por otro (con un surtido de nombres que se ahorra para no meter ruido) son los favoritos en las ventanillas. Dado que opinar es válido, el cronista se enrola entre quienes creen que un ministerio que englobara áreas conceptualmente vinculadas como la comunicación, el sistema de medios estatales y la administración cultural conjugaría con objetivos a cumplir en el cuatrienio próximo.

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El Honorable: En el Honorable Congreso, diputados y senadores elongan como cuadra a quien viene de una relativa inactividad y va en pos de una carrera de fondo. La Presidenta emitió las primeras directivas no bien hablaron las urnas.

La ley de leyes, honrando su apelativo, ocupa el primer peldaño del podio. El Presupuesto, vaticinan en la bancada del Frente para la Victoria, esta vez será aprobado. La duda es

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